S.: –… sin pecado concebida.
G.: –Buenos días, Padre.
S.: –Buenos días, hija.
G.: –Padre…, he pecado.
S.: –Aham… Dime, hija, dime.
G.: –…
S.: –…
G.: –He practicado el voto útil, Padre.
S.: –Pero hija mía…
G.: –Sí, Padre.
S.: —Con la que está cayendo…
G.: –Lo sé, Padre…
S.: — ¿No pensaste en nuestro Señor, que tanto ha sufrido por nosotros?
G.: –Es verdad, Padre, es verdad…
S.: –…
G.: –… pero es que, Padre, yo…; yo por no ver a los infieles contentos, cualquier cosa.
S.: –¡Pero hija mía! ¡Si esos aun han ganado escaños!
G.: –Ya, Padre, ya. Pero es que también estaba el matrimonio gay, y la ley de dependencia, y la memoria histórica, y las promesas de subir los salarios mínimos, y las de mejorar las pensiones no contributivas… Y admítamelo, Padre: mentar a los muertos en vano es como para encenderla a una, no me diga que no. Y más cuando el interpelado pone ojitos tiernos en el debate… Me cegué, Padre, me cegué.
S.: –Ah, hija mía… El maligno nos engaña de muchos modos…
G.: –Sí, Padre.
S.: –¿Te arrepientes, hija?
G.: –No sé, Padre, no sé…
S.: –Hija mía: Dios siempre perdona; pero tiene que haber por tu parte un acto de sincera contrición…
G.: –Sí, Padre.
S.: –Anda hija, anda, reflexiona sobre lo que has hecho, canta 3 Internacionales y no vuelvas a leer ningún foro en la prensa.
G.: –Sí, Padre.
S.: —Ego te absolvo in Nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti.
G.: –Amén.
S.: –Ve en paz, hija mía.
G.: —Uf…